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Heiko Lietz

geboren 1943 in Schwerin

En el agitado tumulto de la Asamblea, los discursos se entremezclan. Casi no se puede reconocer lo que quieren decir los contrincantes. El orden del debate peligra. En ese momento, Heiko Lietz eleva su voz por encima de quienes discuten y ordena el ruidoso caos. Él sabe cómo hacerlo. Sus palabras son sosegadas, pero calan en los presentes. Los ojos bajos las pobladas cejas parecen mirar a todos al mismo tiempo y decirles: Pausa. Ordenad vuestros pensamientos. No necesita signos de exclamación al final de sus frases, no quiere evitar la confrontación. Sin embargo, domina el arte de aportarle orden y hacer que los participantes vuelvan a concentrarse en el meollo del asunto, del que se han apartado en el calor de la discusión.

Es un hábil moderador. Un mediador con visión de conjunto. Sin su natural autoridad algunos de los foros de la República o de los foros federales del polifacético movimiento cívico Neues Forum (Nuevo Foro), celebrados durante los movidos años de la revolución pacífica, de la reunificación y de la reorientación en la República berlinesa, se hubieran auto paralizado y hubieran finalizado sin resultados.

Puede que fueran en las comunidades a las que pertenecía y en las que, al mismo tiempo, tenía que imponerse, donde adquiriera estas cualidades. Siete hermanos, el internado, la fuerte unión entre los estudiantes de teología de la universidad comunista de su tierra natal de Mecklemburgo. Hijo de un sacerdote, contó con compañeros como Christoph Wonneberger, Joachim Gauck, Ulrich Schacht. Cuando se negó a cumplir el servicio militar, fue detenido de forma preventiva. Decidió hacer el servicio militar y actuar de forma subversiva dentro del Ejército Nacional Popular (NVA). El vicario fue enviado con los soldados constructores. Allí organizó protestas contra la ocupación de Checoslovaquia en 1968. Más tarde, en el trabajo juvenil que realizó en su parroquia en Güstrow, llegó a reunir frecuentemente a grupos de jóvenes conflictivos. El padre Lietz no intentaba convertir a nadie, sino que ayudaba a los jóvenes a encontrar sus propios valores. Cuando la estructura de la Iglesia nacional le resultó demasiado rígida, se salió y pasó a ser asesor juvenil, trabajador social, padre espiritual y pacifista. Provocaba cambios haciendo que la gente cambiara por sí misma mediante su sosegada forma de crear revuelo y establecer paz de forma concreta.

Y es que Heiko Lietz no quiere una paz de cementerio, como la llamaba Biermann, no es neutral en los debates. Su posición siempre es clara. Abandona decidido lo que no considera correcto. Al igual que su voz sabe moderar en el alboroto del debate, su opinión siempre permanece clara y reconocible; y él, atento, resoluto, activo y respetado. La transformación democrática a partir de 1989 en Mecklemburgo es impensable sin Heilo Lietz.

Bernd Florath

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