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En la RDA sólo se pueden publicar libros y revistas con el permiso de las autoridades estatales. El Estado censura y prohíbe las obras indeseables. Con la formación de una subcultura y de grupos de oposición política se desarrolla a partir de los años 1980 una polifacética literatura clandestina.
Los escritos se producen, reproducen y pasan bajo manga sin el permiso del Estado. Los libros prohibidos se transcriben y se ponen en circulación. Para designar este tipo de producción y divulgación de escritos ilegales se generaliza la palabra rusa Samisdat (autoeditorial). El poder del Estado no puede controlar por completo esta forma de opinión pública crítica, si bien su radio de acción es limitado.
La producción de periódicos y libros propios en Samisdat tiene una larga tradición sobre todo en la Unión Soviética, en Polonia y en Checoslovaquia. De este modo reivindica, por ejemplo, Vaclav Havel la libertad de palabra y critica abiertamente la dictadura. Sus obras están prohibidas oficialmente y sólo pueden llegar a los lectores a través del Samisdat.